Dicen los mayores que la cabeza no se cura con palabras rápidas, sino con silencio, sopa caliente y sombra de árbol.
Y tenían razón.
En nuestra tierra, en las aldeas de antes —y también en muchas de ahora—, cuando una mujer reía menos, se movía lento, o hablaba con torpeza… no se le recetaba pastilla, ni se le decía que estaba estresada.
Se le mandaba a cortar leña. A lavar al río. A buscar agua. Pero no como castigo. Como medicina.
Porque el bosque, el río, el andar… lo sabían todo.
Y aún lo saben.
Las tareas simples que hoy muchas llaman “carga doméstica”, antes también eran espacio de sanación. Ir al río era meditación. Lavar ropa a mano era liberar pensamientos. Pelar plátano en silencio era ordenar ideas.
Las mujeres sabias sabían: el cuerpo no se cura corriendo más. Se cura en movimiento lento.
En silencio con propósito.
En hacer con las manos mientras la mente respira.
Hoy, en la vida rápida, con pantallas, notificaciones y ruido constante, nuestro cuerpo ancestral sigue pidiendo lo mismo:
Que paremos. Que bajemos el ritmo. Que volvamos al cuerpo.
Porque cuando el alma se cansa, no hay mejor medicina que volver al origen.
Rituales para hoy (aunque vivas en ciudad)
- Pelar frutas en silencio, sin mirar el móvil. Solo tú, la fruta y tu respiración.
- Caminar sin teléfono, ni destino. Solo moverte para encontrarte.
- Lavar ropa a mano, aunque sea una prenda pequeña. Sentir el agua, el jabón, el esfuerzo.
- Escuchar la olla hervir, como si fuera una canción que te pertenece.
Estos pequeños actos no son “pérdida de tiempo”. Son tiempo que regresa a ti.
Dicho ancestral:
“El árbol que no reposa, se quiebra con el viento pequeño.”
Tú también necesitas reposar.
Y si no lo haces, incluso el problema más pequeño te romperá por dentro.
🌿 En Oyala creemos en esta sabiduría.
No todo se cura con prisa.
No todo se cura con esfuerzo.
Muchas veces, la verdadera medicina… es parar.
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Porque sanar también es recordar lo que ya sabíamos. ✨
