Dicen en nuestras aldeas que el bosque no necesita hablar para sanar.
Solo tienes que ir. Respirarlo. Caminarlo. Dejar que te envuelva.
Porque en el bosque se encuentra lo que no se puede buscar en casa:
el silencio que te escucha, el aire que te limpia por dentro,
y la certeza de que, aunque no sepas qué necesitas,
el bosque sí lo sabe.
El bosque cura sin preguntar
Cuando nuestras abuelas decían “ve al monte”,
no siempre era por leña.
Era para soltar el cansancio de adentro.
Para poner los pies en la tierra y dejar que el cuerpo recuerde que pertenece.
Era su forma de meditar sin saber que ese verbo existía.
Tocar una corteza. Sentir el crujido bajo los pies.
Respirar donde todo sigue su ritmo, sin urgencia.
Eso cura lo que el ruido no deja sanar.
🌿 Paseos que restauran el alma
No necesitas ir lejos. Solo salir sin prisa.
A tu ritmo. Sin meta. Como quien se pierde para encontrarse.
- Salir a mirar el cielo al amanecer:
Cuando todo está en calma, también puedes calmarte tú.
- Tocar una planta y darle gracias:
Por estar ahí. Por crecer. Por acompañarte en silencio.
- Recoger semillas o flores caídas:
Sin arrancarlas. Solo las que la tierra te ofrece.
- Caminar sin reloj, sin destino:
Porque a veces no saber adónde vas es la forma más bella de regresar a ti.
Dicho ancestral:
“Quien camina sola al bosque, siempre regresa acompañada de sí misma.”
El bosque puede ser real, o puede ser simbólico.
Puede ser el campo, un sendero, tu calle a solas al caer la tarde.
Lo importante no es el lugar, es el permiso que te das para detener el mundo y escucharte.
Porque a veces, solo hace falta andar un rato
para que el alma también empiece a caminar.
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